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Enfermero nicaragüense cumplirá tres años en México esperando su asilo para Estados Unidos

José Luis Alvarado emigró un primero de mayo de 2019. Su meta era llegar a Estados Unidos y empezar una nueva vida lejos de las amenazas por traicionar al Ejército de Nicaragua

Diciembre 27, 2021 08:00 AM

Su vida ha sido curar a los demás. Lo ha hecho dentro y fuera de su país. En Nicaragua, trabajó para el cuerpo médico militar en pediatría. Curó a los heridos de las protestas antigubernamentales del 2018 y hoy cura a migrantes enfermos de Covid-19 en Juárez.

“Aquí (en México) la vida es muy difícil. Hay días que uno no tiene ni para la ruta ni para comer. Hemos recibido maltrato y hasta discriminación por ser migrantes”.

José Luis Alvarado emigró un primero de mayo de 2019. Su meta era llegar a Estados Unidos y empezar una nueva vida lejos de las amenazas por traccionar al Ejército de Nicaragua tras huir de su pueblo natal: La Trinidad, municipio de Estelí.

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A casi tres años de estar en Juárez este nicaragüense insiste que sus días en México han sido de rechazos y menosprecio, sin embargo, su condición como desertor no le permite volver al país porque fue él quien “levantó a los heridos de La Trinidad”.

“Tras renunciar al Ejército de Nicaragua, el coronel esteliano José Castillo me amenazó por ‘volteármele’. Recibí acoso de la Policía e incluso descaradamente me dijeron que mejor escapara porque me iban a matar y eso hice”.

Alvarado vivió ocho meses bajo la clandestinidad entre Jinotega y Estelí. Siendo enfermero profesional y cursando la carrera de salud pública, narra que los acosos le impedían trabajar y regresar a la universidad.

Hoy con 29 años, José Luis Alvarado, es padre del pequeño José de cinco años que vive en Estelí y de Dhana Saraí de trece meses quien nació en un centro para refugiados mexicano.

Cuenta que a él lo empujó a huir la crisis sociopolítica que vive el país y lo hizo con apenas 200 dólares y para rematar en México sufrió asalto de policías y en Juárez lo patearon los municipales.

“Me da rabia que en mi país una persona estudiada no valga nada porque importa más un carnet político. Mientras todo siga igual yo prefiero morir acá”.

Este enfermero dice que su familia sigue preocupada porque sabe que él no puede volver al país, por esa razón prefiere tragarse su deseo de abandonar el programa “Quédate en México o PPM” en el cual los solicitantes de asilo están obligados a permanecer en el país azteca mientras esperan respuesta de la administración Biden.

Desesperado

“Voy a cumplir tres años de estar en el proceso MPP como solicitante de asilo, sin embargo, debo esperar la respuesta en México, así lo disponen las políticas migratorias estadounidenses”.

Mientras este inmigrante nicaragüense esperaba obligado en Ciudad Juárez, señala que dentro del albergue conoció a su esposa Wendi. Una joven guatemalteca que se sumó a la lista de solicitantes de asilo con quien procreó a Dhana Saraí de casi un año. 

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José Luis Alvarado narra que para ayudarse con los gastos de él y su familia realiza trabajitos temporales como brindar medidas preventivas del Covid-19 en otros albergues y apoyar al Comité de Rescate para el Inmigrante. 

“Aunque los ingresos son bajos y nada fijos me permiten respirar, sin embargo, cuando me quedo desempleado como ahora me siento desesperado y angustiado porque soy padre de familia y desearía que la espera finalice”, se lamenta.

Son casi 30 mil migrantes como José Luis y Wendy que se han inscrito al programa MPP, pero no todos califican para la petición de asilo. 

Entre los 240 solicitantes de uno de los albergues fronterizo, José Luis es el único nicaragüense.

“Ya solo yo he quedado aquí y me siento triste porque en tres años el proceso no avanza nada y tampoco puedo aplicar a otro programa por estar en el PPM y si cruzo la frontera a Estados Unidos me regresan. Yo estoy obligado a permanecer aquí”, añade este joven. 

Agradece que en este albergue tiene acceso a internet y le permiten salir para trabajar. Cuenta que hay algunos lugares donde las limitaciones son extremas y no se les permite ni comunicarse con el exterior.

“Hay otros albergues que ni siquiera te permiten tener teléfono ni salir, prácticamente te tienen como preso”.

Recordó que la primera vez que llegó a uno de los alojamientos solo comía atún a falta de alimentos, precisa que todas las personas albergadas tratan de acomodarse a las condiciones, pero no es tan sencillo y cada día pesa más la preocupación.

“A nosotros nos apoyan con una despensa básica, pero la mayoría de los alimentos los debemos asumir por nuestra cuenta y por eso salimos a buscar empleo”, explica.

Cuando el sueño americano termina en México

José Luis reconoce que, de continuar en la misma situación, ya casi por tres años, su sueño americano podría morir en México como ocurrió en meses anteriores con sus amigos de infancia Melvin Abel Altamirano Ruiz y Oscar Javier Fuentes Torres. 

“A los dos los mataron en Chiapas y duele saber que uno por vivir corre el riesgo de morir en cualquier momento porque a diario nos exponemos a la discriminación, la burla, el olvido y el desprecio tanto de las autoridades mexicanas como estadounidenses”.

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Ese el golpe más fuerte que recibió este 2021. Ambos fueron ultimados a tiros en agosto pasado por supuestos criminales frente a un albergue. Todavía guarda en su teléfono las últimas conversaciones que sostuvo con Melvin y Oscar.  

Mientras la respuesta llega para miles de familias, Alvarado seguirá en Ciudad Juárez viviendo tan lejos y tan cerca del sueño americano, conformándose con ver la frontera estadounidense cada día y haciendo lo que mejor sabe hacer: curar a los demás.

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