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Migración: Conmovedor relato de perseguido político, narra sus 25 días de viaje a EEUU

Cuando Erasmo Catalino Aragón se involucró en las protestas antigubernamentales del 2018 tenía 15 años de edad. En septiembre del 2021 se vio obligado a emigrar junto a su hermano. Fueron 25 días que le tomó para llegar a Estados Unidos para pedir asilo político.

Enero 16, 2022 07:30 AM

Hace cuatro años cambió para siempre la vida de Erasmo Aragón quien el próximo mes cumplirá años. Está seguro que de aquel estudiante de secundaria despreocupado y ajeno a la política de Nicaragua no queda nada y no se arrepiente.

Nació en Nandaime, municipio de Granada. Es hijo de una maestra de escuela pública que fue despedida como represalia para golpear la economía familiar.

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Desde que abandonó el salón de clases para unirse a una manifestación en el centro de Nandaime, el asedo, la vigilancia y las amenazas no pararon. Siendo menor de edad fue llevado a un centro de detención en Granada y permaneció detenido siete días.

Su único delito fue alzar la bandera nacional en señal de protesta tras informarse que un estudiante capitalino había sido asesinado en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), al revelarse al régimen de Daniel Ortega en 2018.

                                                 

“Me molestó la pasividad frente el incendio de la Reserva Indio Maíz y cuando las pandillas de la juventud sandinista golpearon a los ancianos en León por la reforma a la ley del Seguro Social”.

Erasmo dice que todas esas acciones violentas lo motivaron a salir a las calles de su pueblo a protestar, pero las consecuencias de esa decisión, aún la sigue viviendo como un emigrante más que escapó al régimen Ortega Murillo. 

“A nosotros nos obligan a abandonar nuestro país, prácticamente por el asedio con la Policía hasta que llegó un punto de quiebre donde decidimos salir de Nicaragua sin importar las consecuencias”, dice Erasmo a 100%Noticias.

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El pasado 17 de septiembre se despidió de Nicaragua. Su meta era llegar a Estados Unidos y así empezó la ruta de incertidumbres y peligros junto a su hermano Onell. 

Con las incomodidades y restricciones propias de viajar de forma irregular pasó largos días transportándose por tierra, cruzó la frontera con Honduras, avanzó hacia Guatemala hasta llegar a la frontera con México. Recuerda que este último tramo les tomó veinte horas.

 

“El viaje más largo e incómodo de todos, íbamos en un microbús casi que uno encima de otro porque los asientos eran pequeños y la última parte del camino era de tierra”.

En la frontera mexicana donde fue movido a distintas ciudades mientras esperaban la orden para cruzar el río que divide México y Estados Unidos. Narra que cuando se dirigía a Palenque, el grupo de 35 personas tuvo que esconderse.  

“La migra pasaba a cada rato por la carretera lo cual podía verse entre las tablas de la casita. Aquí estuvimos 5 horas escondidos y en silencio total, pero con la sangre llena de adrenalina”

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En el trayecto del viaje se separó de su hermano Onell, por segunda vez. Ambos tomaron rutas separadas para llegar a Monterrey. 

“Estaba un retén de la migra, así que tuvimos que bajar del bus y correr a escondernos en el desierto, ahí estuvimos desde las 12 de la mañana hasta las 9 de la noche. Una familia se perdió en la oscuridad y la tuvimos que dejar atrás”.

Aunque los hermanos Aragón, sentían más cerca estar del sueño americano, todavía les faltaba alargar el sufrimiento mientras bordeaban la frontera mexicana.

De Monterrey viajaron a San Luis Potosí y luego se regresaron para intentar nuevamente llegar a un punto ciego que se vuelve cada vez más difícil de burlar, pero el cansancio, el hambre y sueño les ganaba la partida.

                                                    

“Cuando llego el furgón nos ordenaron por llamada movernos a un cauce que está en medio de los carriles de la carretera”, para entonces eran las tres de la mañana. Debían aprovechar la oscuridad y el silencio de la noche.

Luego del camión les ordenaron cruzarse a una rastra de carga, junto a niños y mujeres embarazadas. Eran como 150 personas. También las mujeres eran maltratadas sin importar los días de cansancio, los desvelos, el hambre, sus estados de embarazos o si bajo su tutela tenían menores.

Al regresar a Monterrey, fueron llevados a casas de seguridad donde permanecieron siete días silenciosos y temerosos hasta llegar a Reynosa para finalmente dejar atrás el suelo azteca. 

Cruzaron el río y se entregaron a la patrulla fronteriza y ahora los hermanos Aragón solicitan a Estados Unidos el asilo político y el proceso apenas empieza.

“Mi mamá y mi papá aún están en Nicaragua y la policía no para de llegar a hostigar fuera de la casa y tomando fotos”, concluyó Aragón vía telefónica desde Estados Unidos.

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