Monseñor Rolando Álvarez: no escuchen cantos de sirena que le echan más leña al fuego
El "odio, el miedo y la desesperanza" son las tres grandes "tentaciones en las que el demonio quisiera hacernos caer" en Nicaragua, aseguró en su homilía Monseñor Rolando Álvarez, obispo de la Diócesis de Matagalpa.
"El odio que autodestruye a un pueblo, a una sociedad, a una persona; el miedo que paraliza; y la desesperanza, que es una sepultura en vida" agregó el obispo en medio del contexto de esta semana que el dictador Daniel Ortega orientó a la Corte Suprema de Justicia a impusar reformas para que se instaure la cadena perpetua contra "crímenes de odio", una movida vista como amenaza dentro de la oposición en Nicaragua.
Álvarez llamó a que "no cedamos, hermanos nicaragüenses a esas tres tentaciones”, y exhortó a la cura vía el perdón “tantas heridas que se atesoran en el corazón y que tienen tan golpeada a nuestra sociedad nicaragüense”.
“No existe, hermanos, otra forma de salir de este enjambre. El corazón del nicaragüense debe ser sanado, debe iniciar un proceso de perdón interior, un camino sin duda arduo, duro, pero debe iniciarse y perseverar en ello. El corazón del nicaragüense no debe escuchar los cantos de sirena que le echan más leña al fuego, cantos de destrucción”, manifestó el Obispo quien también ha sufrido la represión del régimen de Ortega y Murillo.
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Monseñor Rolando Álvarez, reflexionó sobre la Justicia, inspirado en el magisterio del Papa Francisco y el pPpa emérito Benedicto XVI, “deteniendo en el significado de la palabra justicia que en algún género de la misma implica dar a cada uno de lo que es debido, lo suyo lo que le corresponde” mencionó Monseñor.
De igual manera señala que en muchas ideologías tiene este postulado dado a que la injusticia viene de afuera “para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas, exteriores que impiden su puesta en práctica, esta manera de es totalmente ingenua y parcializada advierte Jesús”
“Para muchos la forma de hacer justicia es eliminando, al contrario, destruir al que piensa diferente, censurar, silenciar el discurso diferente del mío, la injusticia tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal, cada persona llamada por naturaleza a la libre inclinación de compartir, siente dentro de si una fuerza que lo lleva a replegarse en si mismo a imponerse por encima se los otros y contra los otros iniciando un camino de egoísmo que conduce a la iniquidad” señaló el religioso.
Además, mencionó “¿Cual es pues la justicia de Cristo?, ¿qué justicia existe? donde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo con esto acaso cada uno no recibe lo contrario, lo que es debido de lo suyo o de lo que le corresponde” cuestionó Rolando Álvarez.