A tres años del asesinato de Gerald Vázquez y Francisco Flores los culpables siguen impunes
A tres años del ataque de paramilitares y policías del régimen de Daniel Ortega a la iglesia Divina Misericordia donde fueron asesinados Gerald Vázquez y Francisco Flores, el crimen sigue en la impunidad. En dicho templo se refugiaron alrededor de 200 jóvenes que permanecían atrincherados en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua en Managua.
Susana López, madre de Gerald Vásquez, quien se encuentra exiliada en Costa Rica, aseguró a 100% Noticias que sigue exigiendo justicia y atención como familiares víctimas también de Ortega y Murillo.
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“A tres años de su asesinato, aquí como madre de Gerald Vásquez, me mantengo firme exigiendo justicia…que el Estado se haga responsable de los asesinatos de nuestros hijos…No vamos a descansar hasta obtener justicia por mi hijo, por todos nuestros familiares asesinados en Nicaragua”, expresó conmocionada la mamá de Vásquez.
Aseguró que a raíz del asesinato de su hijo, padece una neuropatía por todo el daño emocional que la ha causado la muerte de Vásquez, razón por la cual tuvo que exiliarse porque no quería que allanaran su hogar ni caer detenida.
“Después que nos asesinaron a nuestros hijos no podemos ir a un cementerio, no tenemos tranquilidad ,vivimos en una zozobra en Nicaragua y entonces mi última opción fue salir del país para que nosotros vamos a seguir como madres exigiendo justicia”, expresó.
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En referencia al proceso electoral que ejecuta el CSE, de afinidad sandinista, la mamá de Gerald afirmó que, como organización Madres de Abril, no están apoyando ningún circo electoral ni a ningún precandidato y lamentó que como víctimas directas de la represión no han sido tomadas en cuenta por ellos.
En el ataque a los jóvenes que se encontraban dentro de la Iglesia Divina Misericordia el 14 de julio del 2018, el cual duró alrededor de 20 horas, resultaron fallecidos los jóvenes Gerald Vázquez y Francisco Flores, ambos por impactos de bala en la cabeza. Los policías y parapoliciales usaron escopetas calibre 12 y AK 47 para atacar a los manifestantes refugiados en el templo.
“Vi morir a dos jóvenes, fue terrible, un momento desgarrador y que hasta hoy no puedo borrarlo de mi mente”, recordó el sacerdote Raúl Zamora, párroco de este templo católico.