Ideología anti-norteamericana y ecosistema de dictadores
En sus orígenes el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), nació de la premisa de que ese proyecto político debería tener el antiimperialismo como uno de sus pilares
Félix Maradiaga
El régimen de Daniel Ortega se sostiene sobre raíces ideológicas no sólo totalitarias, sino además profundamente anti norteamericanas. En sus orígenes el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), nació de la premisa de que ese proyecto político debería tener el antiimperialismo como uno de sus pilares. Esa premisa fue la que llevó al FSLN a tomar partido en el conflicto geopolítico de la Guerra Fría durante los 80, a pesar de que su involucramiento con la guerrilla salvadoreña, con Cuba y con la Unión Soviética, era una movida que ponía en riesgo el proyecto Sandinista. Hoy recordamos como la socialdemocracia europea intentó promover, sin éxito, al FSLN como una tercera vía de no alineación, como lo recordaba Sergio Ramírez en su libro “Adión Muchachos”.
Hago esa referencia histórica porque sin ella es muy difícil entender la obsesión de Daniel Ortega de asociarse con amistades peligrosas. Así como la URSS y Cuba fueron los patrocinadores del proyecto sandinista en la década de los 80, desde su regreso al poder en el año 2007, Ortega anda buscando un nuevo padrino de su segunda dictadura. Busca además, ser parte de lo que considera un eje “antiimperialista”, que pueda hacer un contrapoder geopolítico para la influencia de Estados Unidos en Centroamérica.
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Solo esa visión obsesivamente anti norteamericana explica su incesante búsqueda de una alianza con Irán, tema que abordamos ampliamente en un libro publicado por el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (IEEPP), en el año 2008. Por esas mismas razones Ortega ha procurado alianzas con Rusia, Cuba, Venezuela e incluso con Corea del Norte y Bielorrusia. Ortega no entiende el mundo de una manera distinta al conflicto frente a Estados Unidos. Nunca ha podido entender que las relaciones naturales de comercio de Nicaragua, como parte de Centroamérica, son con Estados Unidos y Europa y que poco o nada se puede ganar de una relación que tiene poca vinculación geográfica, cultural o económica, como es el caso de Irán.
En la referida publicación del IEEPP del año 2008, estimamos que la oferta de miles de millones de dólares de cooperación con Irán ofrecida en aquella oportunidad por Mahmud Ahmadineyad, eran promesas vacías. Incluso decíamos que la cooperación con Venezuela no era sostenible. El tiempo nos dio la razón. A partir del año 2016 con la visita de alto nivel de una delegación del gobierno iraní, Ortega retomó las negociaciones con Irán con la esperanza de poder llenar el hueco de financiamiento dejado por el colapso de la economía venezolana. Después del 2022, el acercamiento acelerado con Irán China y Rusia se da en el contexto post abril 2018, en el cual la dictadura empezó a ser fuertemente sancionada y aislada debido a los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen durante las protestas ciudadanas.
La invasión de Rusia a Ucrania abrió un nuevo contexto geopolítico. La resistencia ucraniana dejó al desnudo la debilidad rusa, que ya claramente no es la potencia que decía ser. Quienes como Ortega, ambicionaban a tener un polo geopolítico guiado por Rusia para hacerle contrapeso a Estados Unidos, se dieron cuenta que eso era sólo un anhelo nostálgico de la Guerra Fría. Sin embargo, es China la que ha consolidado más rápidamente un eje de contrapoder a Estados Unidos, incluso dentro de territorios que históricamente pertenecían al área de influencia de Estados Unidos, como es América latina.
La elección de Ebrahim Raisí, clérigo ultraconservador y exjefe del Poder Judicial de Irán, recibió el respaldo político del líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, y se produjo en medio de una escalada de tensiones con Israel. Una de las movidas de Raisí es afianzar sus relaciones con China y sus aliados, como lo anunció en su visita a Beijing el pasado 14 de febrero de 2023. En ese sentido, la visita de Raisí en Nicaragua se da en el contexto de un afianzamiento de ese polo de contrapoder a Estados Unidos. Tal y como pasó en el 2007 con la visita de Mahmud Ahmadineyad, creo que los réditos comerciales no serán relevantes. La importancia para ambos cabecillas autócratas, es consolidar ese eje político de contrapeso a Estados Unidos, al cual también pertenece Rusia y China.
Raisí fue sancionado por Washington en 2019 por su participación en la "comisión de la muerte", un comité judicial secreto responsable de sentenciar a miles de presos políticos a la pena capital a fines de la década de 1980. Ortega y Raisí comparten el mismo discurso de no injerencia, para usarlo como excusa de una política de estado de prisión arbitraria contra toda la disidencia y la oposición política.
Raisí aseguró su presidencia en junio con el 62 % de los votos, pero con una participación electoral inferior al 50 % y un 14 % de votos nulos, señalando un mensaje de desobediencia civil de los disidentes contra el régimen teocrático. Raisí ha enfatizado repetidamente su promesa de campaña de "mejorar los medios de vida de las personas", pero no ha sido así. Más bien ha habido un endurecimiento de la posición negociadora de Teherán. Irán ha rechazado expandir las conversaciones del pacto atómico para incluir otros temas, como reducir el apoyo a las milicias que operan en Siria, Líbano y Yemen, así como reducir el programa de misiles.
La visita de Raisí a Nicaragua ocurre en un momento en que las tensiones entre Irán e Israel siguen en ascenso. Sin embargo, el problema no radica solo en Raisí como figura política, sino en el propio estado de Irán, que representa una preocupación internacional. Irán tiene la capacidad de actuar contra cualquier nación de la región, no solo contra Israel. A manera de ejemplo, recientemente expertos diplomáticos han identificado al comandante de la Guardia Revolucionaria iraní, Said Ara Jani, como autor directo del ataque con drones, con explosivos, contra el petrolero operado por una empresa israelí.
Irán es un estado terrorista. Afianzar relaciones con Irán es una mala noticia para el pueblo de Nicaragua. De forma similar a lo que sucedió con la Unión Soviética en los años 80, esas relaciones nos meten en un problema geopolítico del cual deberíamos estar lejos. La única explicación es precisamente la obsesión de Ortega de ser parte del ecosistema de dictadores, ya que entre ellos se entienden bien.
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