Olguita Acuña: La resiliencia del exilio nicaragüense a través de la música
Quizás habrá escuchado o leído en las redes sociales la palabra resiliencia. Desde un enfoque psicológico, la resiliencia es la capacidad de afrontar eventos difíciles y transformarlos en oportunidades. Existen estudios que tratan de descifrar si la resiliencia es una aptitud con la que se nace o si se forma en el camino de la vida, lo cierto es que si algo describe la historia de Nicaragua es dicha palabra.
—Olguita, no Olga, por favor. —Sonríe y lanza una fuerte carcajada.
Con formación en Relaciones Internacionales y bilingüe, Olguita Acuña nunca se imaginó que dedicarse a la música sería su medio de subsistencia en Costa Rica, es más, como muchos nicaragüenses, no estaba en sus planes movilizarse al vecino país y menos de forma forzada. Era una joven capitalina buscando la estabilidad y posicionamiento laboral en Managua; salía a fiestas y cantaba en karaokes, pero en septiembre del 2018 cambió todo su plan de vida.
—Yo soy Cristocéntrica, creo en el amor sobre todas las cosas y pienso que el amor debe estar en todo lo que yo hago, incluso si ese amor te lleva a asistir a una marcha donde sabes que están golpeando a las personas o suministrar insumos para atender a los heridos. Siempre fui muy sociable y algunas personas acudían a mí para saber donde encontrar hilo de sutura y posteriormente iba a dejar alimentos o medicinas en centros de acopio para los estudiantes atrincherados en las universidades.
A manera de represalias, quemaron su casa en Managua y por ello falleció su perrita, además de tener constante presencia policial para su vigilancia. Empezó a estar en casas de seguridad y a movilizarse a diferentes departamentos de Nicaragua.
—Lamentablemente el fanatismo ciega y tengo familiares sandinistas de los cuales uno de ellos, quien incluso me decía “hija”, delató lo que yo estaba haciendo, yo le dije que no es posible apoyar a quienes reprimen y quitan las garantías sociales, a lo que él respondió que yo no podía hablar de esa forma porque eso era traicionar el partido y a la revolución.
Desde los trece años Olguita ha hecho voluntariado y obras sociales en las comunidades menos favorecidas de Managua. Creció en una iglesia evangélica, su padre era pastor y su madre era superintendente, integró un coro de niñas donde empezó su amor por la música y en especial, por las canciones con un mensaje de aliento. Fue a través de una llamada donde le advirtieron que su vida corría peligro que decidió salir del país. Renunció a su trabajo y habló con su madre, quien le dijo: “hija, yo te prefiero lejos, pero viva”.
Al llegar a Costa Rica, fue recibida por amistades que le permitían temporalmente quedarse en sus casas. Rotaba cada cierto tiempo de espacio, sobrevivía con sus ahorros y empezó a tener ataques de pánico en las calles de San José, donde de repente pensaba que estaba caminando en las calles de Altamira, en Managua, mientras trataba de sentarse y no ponerse a llorar.
—Muchas de las cosas que viví en mis primeros años en Costa Rica, las he empezado a comentar con mi familia seis años después, porque no quería preocuparles y maltratar sus sentimientos. A veces a la familia de los exiliados se les olvida que no estamos aquí como turistas y todo lo que podemos atravesar. Cuando un primo me visitó y vio donde estaba durmiendo se puso a llorar y me dijo: “Que increíble Olguita, si a vos te criaron como una princesa”.
La primera vez que cantó en Costa Rica, fue un 20 de octubre del 2018 en el famoso Lobo Estepario, en San José. “—Una señora que era gestora cultural conocía a los dueños y me invitó a un evento de poesía, ellos me escucharon cantar y me preguntaron si yo podía volver a llegar una semana después. Conocí a quien considero fue un ángel, un joven nicaragüense de alias “Asra”, quien era un increíble guitarrista y me acompañó al menos en tres ocasiones. Supe que él estaba durmiendo en parques y lo llevé a la cuartería donde yo estaba durmiendo. Era un cipotito, habrá tenido unos 21 años, éramos unos niños.
El éxito que tuvo Olguita en el primer concierto fue rotundo. El público la aclamaba y hablaba con los dueños del lugar para que la volvieran a invitar. Periodistas y personas del medio artístico costarricense empezaron a conocerla y logró tener un ingreso fijo por sus presentaciones los fines de semana en “El lobo”. Paralelamente, buscaba trabajo “en lo que fuera” y en esa búsqueda se topó con propuestas donde se remuneraba $3 la hora y muchas estafas.
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—Una vez me pidieron trabajos de traducción, que implicó movilizarme en grandes distancias porque yo no tenía computadora y debía hacerlo presencial. La persona que me contrató empezó a acosarme y además a cuestionar mi orientación sexual. Ese día me pagaron una parte y el acuerdo era que cuando completara la traducción recibiría el segundo pago. Volví para concluir el trabajo y para mi sorpresa el lugar estaba cerrado, me habían bloqueado de whatsapp y todas las redes sociales. Ese día ni siquiera tenía suficiente dinero para regresarme y tuve que pedir en la calle.
En sus propias palabras, lo que la mantuvo a flote a nivel económico y espiritual, fue la música. Cantaba canciones del Dúo Guardabarranco, baladas y cumbias. Con el tiempo, empezó a escribir sus propias canciones. “Gotitas” fue la primera canción que hizo, dedicada a los medicamentos para el tratamiento de la ansiedad.
Sobrevivió a una agresión de abuso sexual; donde una noche después de cantar, una persona alteró su bebida y al día siguiente despertó en la cama de un cuarto desconocido. A causa de esto desarrolló depresión y buscó ayuda en “Médicos sin fronteras”, después de tocar muchas puertas que no se abrieron debido a su carnet de solicitante de refugio, donde no reconocían su validez. —Tuve un ataque de pánico, agarré mi ukelele y empecé a tocar los acordes -do- y fa-, así logré calmarme, por ello, cuando cumplí 30 años lo celebré a lo grande, porque al llegar a esa edad dije: Estoy viva.
Fue hasta que le dieron su permiso laboral que su situación económica y emocional fue encontrando sosiego y como si se tratara del amanecer más hermoso, las heridas vividas por el exilio y particularmente, por el abuso, han sanado al acercase al movimiento feminista, describe, lo que la motivó a hacer música con una perspectiva de género. —Crecí en un ambiente muy conservador y la vida misma me fue mostrando las injusticias que vivimos las mujeres, pero además, el problema estructural, generacional y social donde tienen origen, no solo por lo que viví, sino por lo que han vivido otras amigas a las que he acompañado.
Logró un empleo formal y a la vez ampliar su público en Costa Rica. Se desarrolla en servicio al cliente, asesora de metodologías lúdicas en organizaciones y por supuesto, como cantautora e intérprete. Es miembro de COPAL; Colectivo de artistas latinoamericanos quienes se encuentran trabajando en el disco “MONARCA”. Un álbum de doce canciones escritas por artistas nicaragüenses en el exilio, entre esas obras está “Grito Atabal”, hecha por Olguita:
“Llora, mi pueblo llora por tanta sangre
que se derrama en represión.
El madroño no logra reverdecer
si el colono tala y quema por doquier
y en la ciudad, niños sueñan con el regresar
de padres y hermanos que desde una celda
exigen justicia y libertad”.
—Siento que mi principal red de apoyo aquí han sido otros nicaragüenses. Las mujeres nicaragüenses en el exilio están muy organizadas y me han dado información, me han recomendado y por ende he tenido trabajo. Cantar me ha abierto las puertas, se regó el comentario de que “hay una muchacha nicaragüense que canta folclor en El Lobo” y así he conocido mucha gente.
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La Olguita Acuña de hoy es más ambiciosa que cuando recién llegaba a Costa Rica, en sus propias palabras, expresa que ha visto el interés de las personas en colaborar con ella, otros artistas y organizaciones que confían en su trabajo. Ama aprender e intenta hacerlo de todo lo que pueda y esa intención la ha puesto donde está. Busca impactar a las personas con su música y hablar de aquellos temas a los que se les dice que no es el momento: “matrimonio igualitario”, “violencia hacia las mujeres migrantes”, entre otros. —Siento que me he callado muchas opiniones por no incomodar y por no caer en la etiqueta de “divisionista”. Quiero decir lo que pienso porque lo he vivido y lo he sentido.
La voz de Olguita resuena con fuerza y convicción. Se encuentra trabajando en el lanzamiento digital de sus canciones, constantemente la llaman para presentarse en eventos importantes sobre migración y género ante funcionarios públicos costarricenses y organizaciones, compartiendo un mensaje no solo de conciencia sino de esperanza, que con su historia de vida confirma lo cierto de una frase dicha por los pueblos originarios en suramérica: “Amanece, siempre amanece”.