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Oscar René Vargas: El poder como una droga alucinante

Julio 24, 2020 08:54 AM
Oscar René Vargas: El poder como una droga alucinante
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Oscar René Vargas

Desde el 2018, el poder se revela como una droga alucinante, capaz de transformar el buen juicio de cualquiera y obnubilar su raciocinio. Es el desvarío del poderoso, que cree tener una misión mesiánica para alcanzar metas fabulosas, vocación faraónica que nubla la mente y, por lo general, conduce al dictador hacia el fracaso. Es la metamorfosis del poder autoritario.

Desgraciadamente su fracaso no es individual ni puramente personal. Antes, el obnubilado arrastra consigo a los demás, a los cortesanos que les rodean y a los que les adversan. Conduce al país, con su ceguera insólita, hacia el borde del precipicio. No le importa, su mente está poseída por la idea del poder infinito, por el afán interminable del mando y la hegemonía absoluta.

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En su racionamiento, la continuidad de su mandato es casi una premisa divina alimentada por los aduladores y serviles que lo rodean, una derivación incontrolable de poderes tan superiores como incuestionable. Es casi una locura y la alucinación que se desprende del ejercicio autoritario y arbitrario del poder.

A su lado, en sumisión, un coro de leales e incondicionales entonan los cantos cortesanos. Son los lambiscones del poder, que nunca faltan. Entre ellos, sobresalen los “sabios” magistrados, los que se encargan de retorcer las leyes para dar el sustento formal a las argucias y falsedades del poder autoritario.

Más allá, en la fila de espera, se alinean algunos curas y pastores que reciben prebendas o tienen algo que ocultar; los diputados, esos que dicen ser los representantes de todos nosotros; los empresarios rentistas y oportunistas; por último, los políticos comparsas; todos ellos forman parte del teatro de la política nacional. Todos ellos le cantan loas al dictador.

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En el segundo semestre del 2020, la sociedad civil tendrá que enfrentar obstáculos y encrucijadas, abismos y hondonadas, riesgos y peligros. Ojalá que logremos sortearlos y podamos salir indemnes de esta alocada travesía a la que nos empuja la insensatez del poder autoritario y la ambición desmedida de unos cuantos cortesanos.

Los miembros de la sociedad civil no debemos permanecer indiferentes a la problemática nacional, a riesgo de quedar convertidos en obedientes y sumisos súbditos. Es la hora de unidad para salirle al paso a la irracionalidad del poder dictatorial e impedir un nuevo ciclo de violencia.

La oposición ciudadana y los autoconvocados, más que los partidos políticos tradicionales, debe ser la opción política, alternativa creadora con propuestas novedosas, si es que en verdad se quiere ser instrumento de cambio, de la transformación social y de la democracia política.

No es necesario recordar que los pronósticos políticos son siempre condicionales, contienen opciones y alternativas. Toda pretensión de poseer poderes precisos de predicción sería ridícula, tratándose de una pugna entre fuerzas sociales vivas. El objetivo de la predicción política es diferenciar entre lo posible y lo imposible y hallar las variantes más probables entre las teóricamente posibles.

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El futuro es pocas veces predecible. No por ello hay que dejar de imaginarlo en términos de prospectiva y análisis, preparándonos para actuar ante las diversas circunstancias o escenarios posibles, de las cuales una sola se producirá. Hemos de tomar conciencia de las evoluciones en curso y reflexionar sobre la posibilidad de cada uno de los principales actores vaya a intervenir, conocer los intereses en juego y fijar el rumbo de la sociedad nicaragüense.

El futuro de Nicaragua no está prefijado. Por el contrario, demanda respuestas sin tardar sobre los principales temas que enfrenta la sociedad nicaragüense como: desarrollo humano, empleo, pobreza, desigualdades, gestión de los recursos finitos, depredación de los bosques, conservación de las fuentes hídricas, destrucción de las reservas naturales, etcétera. Hoy más que nunca, el futuro nos pide acción si no queremos enfrentarnos a la peor de las futuras coyunturas posibles.

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