Infancias robadas por el femicidio en Nicaragua
En Nicaragua, cada femicidio deja tres huérfanos que deben crecer entre la depresión infantil, separación de hermanos, inestabilidad, vulnerabilidad, pobreza, desprotección estatal y hasta son víctimas de abusos sexuales dentro del núcleo social y familiar.
Jamie Sofía tenía solo quince años cuando la mañana del 25 de septiembre de 2019 descubrió un bulto colgando de un árbol a metros de su vivienda en el barrio Santa Elena ubicado en la parte norte de Managua. Era el cuerpo sin vida de su padrastro.
Dice que volvió a su casa para pedir ayuda de los vecinos porque sintió miedo y entre la maleza no lograba ver con claridad. “El esposo de mi vecina vio a los dos, yo solo alcancé a ver a ese hombre. No sabía que era él. Mi mamá estaba acostada. Nunca pensé que se tratara de ella”.
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El informe policial concluyó que fue “femicidio” en perjuicio de la chontaleña Nereyda Victoria Trujillo Blandón de 33 años por su expareja Pablo Ramón Fitoria Miranda de 47 años, quien posteriormente se “suicidó mediante asfixia mecánica”. Las pesquisas también arrojaron que Fitoria Miranda poseía “antecedentes por delitos de amenazas de muerte y agresión contra las personas”.
El 2021, Nicaragua cerró con 71 femicidios, 135 femicidios frustrados y 104 menores de edad huérfanos. Desde 2010 a la fecha, el país registra 779 femicidios y desde el 2014, 697 niños, niñas y adolescentes víctimas directas de los femicidios, según el observatorio de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD).
La organización agrega que por cada femicidio tres menores de edad quedan en la orfandad, sin embargo, la cifra podría ser mayor si la víctima proviene del campo.
Nereyda Trujillo era madre cuatro hijos. Dos varones y dos mujeres, entre las edades de 8 y 15 años.
Jamie Sofía era la mayor. Han pasado casi tres años y para esta hija hablar del femicidio de su madre no es fácil. Es un dolor que esconde bajo una risilla nerviosa.
Habla muy poco. Pese a tener los mejores recuerdos de la mujer que la trajo al mundo. “Era bonita, cariñosa, oficiosa. Me daba confianza. Para mí era como mi mejor amiga”.
Cuenta Jamie Sofía que desde muy jovencita su madre migró de su natal Santo Domingo, Chontales a Managua en busca de mejores oportunidades.
“Nosotros somos chontaleños, mi mamá no era de aquí. Aquí casi no tenemos familia”.
Aunque evita referirse a su padre, dice que sus hermanos tienen diferentes padres.
“Si mi madre estuviera viva otra fuera mi vida".
Tras la muerte de violenta Nereida, Jamie Sofía, se convirtió automáticamente en huérfana. Una vida que no buscó ni deseó siendo tan solo una adolescente.
“Si mi madre estuviera viva otra fuera mi vida”, lamenta embargada en una profunda tristeza mientras por sus ojos se le escapan las lágrimas que seca rápidamente.
Para ella, el día que su madre murió, su vida se volvió inmensamente vulnerable. Siente que recorre un camino en soledad, lejos de la protección y el amor maternal. Fue separada de sus hermanos a quienes dice extrañar, pero cada uno carga con sus propios traumas a cómo puede.
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El femicidio de su madre los empujó a tomar caminos diferentes.
“El niño dice que le hago falta y que quisiera vivir conmigo”, cuenta que el padre de su hermano de 11 años se lo llevó a vivir a León. Su hermana de 14 años vive con otros parientes y su hermano de 16 años quien trabaja, vive en Managua con su padre.
Pese a que los padres de los varones han tomado la tutela, las mujercitas no han corrido con la misma suerte. Para ellas, la estabilidad de un hogar ha sido imposible.
Su condición de niñas huérfanas las hace más vulnerables y en ocasiones han logrado escapar de intentos de abuso sexual.
Jamie Sofía estuvo viviendo en casa de un tío en Managua, pero no se sintió cómoda. Quiso descubrir los orígenes de su madre y se mudó a Santo Domingo. No le fue bien. De su corta estancia resultó embarazada. Siendo madre soltera adolescente regresó a la capital a vivir a la casa que habitó junto a su madre y sus hermanos.
Dice que los vecinos la ven como familia pero sabe que no lo son.
Aunque en las cifras oficiales, los huérfanos por femicidio no existen. Sin embargo, en 2014, la organización no gubernamental de Católicas por el Derecho a Decidir decidió que los huérfanos menores de edad también serían incluidos en los informes por ser víctimas directas de la violencia de género. En lo que va del 2022, este Observatorio reporta ocho femicidios y once menores huérfanos.
Mientras Jamie Sofía carga a su bebé de nueve meses de nombre Gaddiel, nombre que eligió por su significado “Dios es mi riqueza”. Ella le limpia la boca con el mismo pañal que se seca sus lágrimas expresa sentirse muchas veces sola sin el apoyo de sus hermanos, tíos y demás familiares. De su padre dice que lo único que hace es criticarla por ser una madre adolescente. Ha desistido demandar al padre del pequeño Gaddiel, porque teme que solamente sea una pérdida de tiempo.
Para Marycé Mejía de la Red de Mujeres Contra la Violencia, la situación de los niños, niñas y adolescentes huérfanos de femicidio es una problemática que debe atenderse con urgencia.
“Los niveles de abandonos, desprotección y duelos en estos niños son gravísimo”. Explica que no solo se trata del femicidio porque a la violencia se les suma la orfandad de los niños como víctimas directas de la violencia machista.
La ley 779: “Ley Integral Contra la Violencia hacia las Mujeres” incorpora el principio de resarcimiento obligando a los agresores a realizar acciones que compensen los daños a las víctimas e involucra al mismo Estado, no obstante, en la práctica está ausente.
“Los niños, niñas y adolescentes que presenciaron el asesinato de su madre y su padre anda prófugo de la justicia o se suicidó son niños con secuelas gravísimas: psicológicas y físicas que si no se acompañan lo tendrán para toda la vida”, explica Mejía.
A más de dos años de la tragedia que cambió la vida de Jamie Sofía, todavía no ha recibido apoyo psicológico ni siquiera económico. Tampoco sus hermanos han recibido apoyo de ninguna institución.
Ella volvió al hogar que en la parte trasera fue asesinada su madre. Cuenta que al inicio tuvo pesadillas, pero poco a poco se acomodó en su pequeño refugio junto a Gaddiel.
“Me siento rara. La verdad quisiera tener una vida normal”, se lamenta.
Prevención y protección
A Jamie Sofía la persigue el sentimiento de culpa. A menudo se recrimina y piensa que si ella hubiera acompañado a su madre esa mañana, tal vez siguiera con vida.
Una especialista en salud mental que ha pedido el anonimato dice que al fallecer la madre de una forma tan violenta además de propiciar un ambiente desfavorable para los menores también se crea mayor vulnerabilidad para los niños, niñas y adolescentes.
La especialista, señala que para el abordaje de estos casos se requiere de personal altamente capacitado, sin embargo, en Nicaragua no es posible y aunque el Estado es principal responsable no ha empleado programas ni tampoco proporciona los medios necesarios para el abordaje de los huérfanos por femicidio.
“No hay factores de protección que le brinden seguridad y protección. Las condiciones traumáticas son duras y complejas. No hay un enfoque en el que se pueda ver no solo la superación del duelo también la atención a la secuela traumática”.
Marycé Mejía hace un llamado a un plan integral de protección donde se evite la violencia y los femicidios, este debe involucrar al Estado y la sociedad. “El objetivo no es reparar daños cuando ya la violencia ha destruido todo”.
Concluye que para poner a la violencia, “la llave es la educación y prevención en la que los niños no tengan que pasar por ningún tipo de abandono, duelos, abusos y una total desprotección por culpa de la violencia machista y el desinterés del Estado”.
Este reporte especial, fue ilustrado con fotografías de Óscar Navarrete