Oscar René Vargas: ¿Cuáles son los Poderes Fácticos en Nicaragua?
Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente que ya existen y les han sido legadas del pasado.
Oscar René Vargas
Poderes fácticos se refiere a un sector de la sociedad al margen de las instituciones políticas que ejercen sobre aquella una gran influencia, basada en su capacidad de presión, o sea, la autoridad se ejerce al margen de los canales formales y está basado en los hechos, y no en lo teórico o imaginario.
Generalmente son considerados como tales los poderes del dinero, los medios de comunicación, las iglesias, los estamentos militares, los movimientos sociales, organizaciones no gubernamentales (ONG) e incluso las mafias y otras entidades que tienen potestades no previstas ni autorizadas por la ley no por eso son menos influyentes a la hora de la toma de decisiones en la sociedad.
Es decir, los poderes fácticos son los poderes en la sombra no por eso sean menos reales. El poder fáctico tiene capacidad de influencia sobre la maquinaria administrativa del aparato formal del Estado, poseen la posibilidad de influir con fuerza en las estructuras legales y regulatorias, por intermedio de su poder de presión, utilizando el poder blando (soft power) o el poder duro (hard power).
Familia Ortega-Murillo. Existe un grupo de unas 200 personas alrededor de la pareja presidencial que operan con mentalidad de cartel (familia ampliada, miembros de la nueva clase y altos miembros del aparato del estado). Este grupo de poder ha cooptado todos los poderes del Estado. Estamos en un nuevo ciclo de dictadura familiar a lo que algunos llaman “populismo responsable”.
La historia de Nicaragua ha sido y es la historia de las familias de la clase dominante. La familia Ortega-Murillo ha perdido el sentido de la realidad y tiene una sensación de impunidad absoluta, creerse intocable es su gravísimo error. Los cortesanos se han dedicado a complacer al dictador y eso, al final, le va jugar una mala pasada.
El autoritarismo tiene un componente histórico enraizado en la cultura política y relacionado con el mesianismo; hay un gusto por los caudillos por esa herencia autoritaria desde Pedrarias. La historia nos enseña que los dictadores se fueron destruyendo en el ejercicio del poder, esa dinámica autodestructiva está presente en el régimen Ortega-Murillo.
Su poder político autoritario se sustenta en seis puntos: a) alianza con el gran capital; b) control de las fuerzas de seguridad (ejército y policía); c) censura y dominación de los medios de comunicación; d) cooptación de los sindicatos; e) subordinación de los otros poderes del estado; f) represión a través de la policía, los paramilitares y fuerzas de choque.
Partido oficial: Depende directamente de Ortega-Murillo. Ha dejado de lado la lucha ideológica; ahora es la lucha por los puestos. Los nuevos militantes “carnetizados” (la mayoría de ellos empleados públicos) quienes han convertido su militancia en un “modus vivendi”, prefieren no pensar y seguir las consignas desde arriba para mantener sus puestos e ingresos.
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El objetivo político ha sido fusionar el aparato estatal con el partido de gobierno, ha sometido a los movimientos de masa al Estado, su propósito es controlar a los principales cuadros militares, a los altos jefes de la policía, a los viejos dirigentes sindicales y de los trabajadores del campo.
Con el control del aparato estatal se lanzó a crear una nueva clase (la nueva oligarquía), que anteriormente no existía. Con las políticas públicas asegura y defiende la propiedad agraria a los grandes terratenientes y reprime las ocupaciones de tierras de los sin tierras, reforzó un Estado capitalista sin distribución y concentrador de la riqueza en pocas manos. Una de sus aspiraciones es privatizar las tierras comunales de la Costa Caribe a favor de las empresas nacionales e internacionales madereras, agronegocios, ganaderas, mineras y extractivistas en general.
Más de una vez ha sucedido en la historia que el vencedor haya adoptado la cultura política del vencido. La cultura política de la dictadura somocista era miserable sin duda. Pero la cultura del orteguismo es aún peor. Toda esta situación ha coincidido con la transformación de los principales cuadros del partido oficial. De un partido de militantes abnegados se convirtió en un partido de arribistas y oportunistas que buscan ventajas, privilegios y riquezas.
El “líder” que todo controla en el partido quiere dar la imagen de un “pontífice” que ignora las fechorías de sus subordinados y sigue encallado en negar que la corrupción se ha enquistado en el aparato del Estado que él domina. El “caudillo” legitima la lógica del Estado-Botín al permitir la impunidad en la apropiación ilegal de los bienes estatales. ¿Es posible que la corrupción se instale sin que el “jefe” se entere?
En reuniones informales con miembros de la cúpula del poder, el “líder” se ha enorgullecido, no pocas veces, de que tiene totalmente infiltrado, con “topos”, a los principales dirigentes de la oposición formal. Todo vale con tal de mantener el poder autoritario.
Partidos de Oposición: Una parte es la oposición comparsa o “zancuda”, la cual está subordinada y dependiente del poder autoritario, son eslabones de dominación del poder dictatorial que le sirve y apoya. Por otro lado, en la oposición real hay diferentes corrientes la que denominamos la oposición formal constituida por la Alianza Ciudadana y sus aliados, los cuales están a favor de la “salida al suave” o cohabitación pregonada por el gran capital. También está la oposición real que se manifiestan de manera diferente en la diversidad de organizaciones surgidas de los movimientos sociales nacidos a partir de abril 2018, aglutinados en la Coalición Nacional/UNAB.
Hay una búsqueda por un programa mínimo para actuar coordinadamente. Por su lado, el régimen intenta destruir a todos los sectores que representan una posición más progresista utilizando todos los métodos posibles: represión, infiltración, división, con el objetivo de impedir su derrota. Capital Local (COSEP): El gremio del COSEP (dominado por los grandes capitales) no representa a más del 5 por ciento de todo el empresariado nicaragüense, donde más del 90 por ciento del total de las empresas son micro, pequeñas, medianas e informales. Las ventajas del gran capital han sido formidables bajo el régimen Ortega-Murillo, solo las exoneraciones fiscales que reciben representan alrededor del 10 por ciento del PIB (un promedio aproximado de US$ 1,000 millones de dólares por año). Las sociedades financieras “matriculadas” en los paraísos fiscales son actores claves de la evasión fiscal en Nicaragua.
La clase dominante está compuesta mayoritariamente por personas atrasadas, poco ilustradas, socialmente insensibles, políticamente irresponsables, con propósitos fundamentalmente extractivos y sin visión estratégica de nación. Su principal objetivo ha sido mantener un sistema sociopolítico que le permita obtener ganancias extraordinarias basadas en salarios miserables y los favores del régimen de turno.
Nueva oligarquía: Son los miembros del “orteguismo” (los que están en el gobierno o pululan alrededor del régimen), son los que se han enriquecido inexplicablemente en los últimos años, gracias al poder presidencial y al dinero venezolano. Son aliados del gran capital y tienen inversiones conjuntas con la burguesía tradicional. Sirve de puente, en las diferentes cámaras empresariales, para influir en la visión política de la burguesía tradicional y del gran capital. La lógica de la nueva oligarquía ha sido: política sin principios, riqueza sin trabajo y negocios sin moral.
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Dinero Ilícito: El dinero ilícito tiene una importante presencia en algunos departamentos del país y en la capital, controlado por las mafias existentes en el país (maderera, tierras, narcotráfico, etcétera). De acuerdo a fuentes norteamericanas en Nicaragua se lavan alrededor entre US$ 1,300 a US$ 1,500 millones de dólares anuales, lo que significa un monto total acumulado, entre 2007-2020, de unos US$ 18,000 millones de dólares.
Posiblemente algunos miembros de la burguesía tradicional y miembros de la nueva clase se benefician del dinero ilícito ya sea de manera directa o indirecta. Se considera que en Nicaragua existe altos niveles de permeabilidad del lavado de dinero y de la actividad del narcotráfico que se traduce en nuevas casas, compra de propiedades agrarias y comercios boyantes en diferentes regiones y ciudades del país.
Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN): Desde mayo 2014, los obispos están divididos entre los que están a favor de tener un perfil de distanciamiento con la dictadura, lo cual se hizo evidente después de abril 2018. También existe un sector minoritario que promueve tener una relación “amigable” con el régimen. La CEN ha tenido un papel importante desde abril 2018 a la fecha acompañando mayoritariamente a los ciudadanos frente a la represión del régimen. El actual Nuncio Apostólico es un aliado del gobierno Ortega-Murillo.
Iglesia Evangélica: Se calcula que el 30 por ciento o más de la población nicaragüense profesa algún culto entre las diferentes denominaciones protestantes, la mayoría de los fieles pertenecen a sectores vulnerables y con un nivel cultural limitado. Existe entre los pastores evangélicos un sector mayoritario a favor de mantener un perfil “amigable” con el gobierno, son los que reciben regalías y beneficios de parte de la dictadura. Un sector minoritario es crítico al proceso político-social.
Ejército Nacional (EN): Los mandos superiores están en alianza con el poder dictatorial. Muchos de los altos mandos pertenecen a la nueva clase enriquecida al amparo del poder. No hay ningún malestar evidente en la alta oficialidad. La principal fuerza que sostiene el actual modelo dictatorial-familiar es el Ejército, el cual se ha transformado en la columna vertebral del sistema vigente. Ejerce la represión en las zonas rurales del país y participa de la expropiación y despojo de las tierras comunales de los indígenas de la Costa Caribe.
Policía Nacional (PN): Los mandos superiores están completamente subordinados al poder dictatorial. Muchos de los altos mandos pertenecen a la nueva clase enriquecida al amparo del poder. El consuegro de Ortega-Murillo, Francisco Díaz y los principales mandos aseguran la subordinación de la PN.
Desde abril 2018 a la fecha, la PN junto con los paramilitares han sido los actores principales de la represión social en las ciudades, mientras que el Ejército es el principal actor de la represión en el campo. Tanto las cúpulas de la PN como del EN se integran a la nueva clase y son favorables a la alianza con el gran capital y al mantenimiento del “status quo” político y económico.
Juventud: El tema de la juventud es esencial. De acuerdo al informe “Trabajo decente y juventud en América Latina, políticas para la acción” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el 2015 se estimaba que en Nicaragua que de los 1.2 millones de jóvenes entre las edades de 15 a 24 años, un 19.5 por ciento ni estudiaban ni trabajaban (los llamados ninis). La gran mayoría de los emigrantes nicaragüenses son personas jóvenes, mujeres, desempleados, de extracción humilde y del interior del país.
Los jóvenes universitarios, jóvenes provenientes de la juventud sandinista, jóvenes ninis, junto con ciudadanos autoconvocados y sectores de las clases populares, ha sido la fuerza motriz de la rebelión de abril de 2018. El desempleo, la pobreza, la violencia estatal, la emigración y la desigualdad fueron los principales detonantes de su protesta contra la dictadura.
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El alto nivel de desempleo juvenil, una clase política privilegiada, totalmente corrupta, al servicio de los intereses de las elites económicas, los abusos policiales/paramilitares y la sensación de que el futuro será peor: este es el telón de fondo del descontento juvenil. Es normal que los jóvenes digan que los viejos políticos ladrones deben irse. El hartazgo juvenil es totalmente legítimo.
Sindicatos. No existe una dirección política independiente al interior del movimiento sindical, político y popular organizado. Las actuales organizaciones gremiales son sindicatos blancos dependientes del régimen. Están alineados porque les ofrecen diputaciones e impunidad ni defienden los intereses de los trabajadores. La clase obrera sindicalizada es muy poca numerosa.
Los asalariados formales pierden su capacidad de compra real y la tasa de empleo informal se ubica alrededor del 72 por ciento de la PEA. Las huelgas solidarias no existen y lo normal, en cambio si se produce alguna huelga, son aisladas a las que el gobierno reprime con dureza. No hay un sindicalismo independiente de masas.
Los sindicatos independientes son termómetros que permiten medir, aunque mal, el nivel de conciencia de los trabajadores. Su inexistencia indica que el movimiento obrero aún no ha madurado suficientemente.
Movimiento Social: El movimiento social despierta alrededor de temas como la migración, canal interoceánico, ambiental, minas, etcétera. Sin embargo, antes de abril habían sido movimientos con poca repercusión nacional. Aunque tuvieran una presencia fuerte a nivel local. La única oposición social que ha desafiado abiertamente al poder había sido la lucha de los campesinos contra el canal. La gente no se movilizó por la institucionalidad, sino por sus problemas cotidianos: la tierra, la comida, el empleo, el costo de la vida, etcétera.
En el 2015 y 2016, las movilizaciones de los movimientos sociales tuvieron una mayor presencia que los años anteriores. En el 2017, surgieron más protestas sociales por el deterioro de la situación económica y social. Deterioro que se manifestó por la ausencia del dinero de la cooperación venezolano, incremento del precio del combustible, contracción del sector de la construcción, disminución de los salarios reales, caída de la inversión nacional e internacional.
Movimiento de Mujeres: En los últimos años el movimiento de mujeres ha renacido con presencia nacional (Ocotal, la lucha contra la violencia de género, a favor del aborto terapéutico, etcétera). Hay aproximadamente unas 120 mil mujeres en las maquiladoras, fuerza social con poca expresión política nacional.
Sociedad Civil: La sociedad civil se transformó en una de las expresiones de oposición real al régimen. Los abusos cometidos por agentes del Estado contra la sociedad civil se han ido incrementando. La dictadura usa la ley como instrumento de persecución política contra las feministas, ecologistas, periodistas, defensores de los derechos humanos, etcétera.
Medios de Comunicación: Los canales de TV abierta son controlados, ya sea por el poder autoritario directamente o indirectamente por su alianza con Ángel González. Los medios independientes han sido clausurados como Confidencial y el canal 100% Noticias, o permanentemente reprimidos como Radio Darío (León), Radio La Costeñísima (Bluefields), Radio Camoapa y noticieros de diferentes radios en distintas ciudades del país. Los pocos medios de comunicación no controlados directa e indirectamente son muy pocos y fragmentados.
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Migración: La migración por falta de empleos juega un doble papel: a) quita presión social interna, válvula de escape; b) permite que los pobres que se van envíen dinero a los pobres que se quedan evitando mayor presión social y mejorando los niveles de vida de los más vulnerables.
Los pobres que emigraron envían más dinero anualmente que el monto de las inversiones extranjeras o de la burguesía local; sin embargo, no tienen ninguna expresión, como grupo de presión, en el juego político nacional.
Los intelectuales: Los intelectuales gubernamentales producen y transmiten conocimiento. Tienen la función social de: asegurar la reproducción de un modo de ver el mundo y organizar la vida en función de la visión gubernamental. Sus carreras se han desarrollado entre asesorías, escritura de artículos y relaciones con las elites dominantes.
Los intelectuales gubernamentales mantienen una relación fundamental y estructural (no fortuita o contingente) con la clase dominante y/o el partido orteguista. Algunos hombres de letras, periodistas, escritores o artistas, prefieren acomodarse al sistema del que reciben algunos beneficios. Su papel ha sido ayudar a anestesiar a la sociedad nicaragüense, alejada de los problemas de la gente. Propugnan pasar página y volver al período anterior a abril de 2018.
Conclusiones: En la coyuntura electoral de 2021, todos poderes fácticos van a mover fichas y cualquier movimiento tendrá repercusión en la política nacional, cada uno piensa cómo mejorar influencia. El resultado puede ser favorable para Ortega y para el gran capital a través de la renovación del pacto público-privado, lo que arruinará más al país y se encaminará hacia un nuevo conflicto aún más destructivo.
En la estrategia del régimen (conectada con los servicios de inteligencia, contrainteligencia y a la red siniestra de los paramilitares) cree posible mantener arrinconado al movimiento social con la represión. La estrategia de la tensión tiene sus peligros para la dictadura cuando la ciudadanía anda muy cerca del hartazgo.
Ortega cree sacar beneficios llevando el juego político al límite, al borde del abismo. Supone que la crispación le dará algún rédito o le permitirá mantener la primacía en el escenario político. Mantiene sus ataques a EEUU porque necesita desviar la atención de sus problemas internos que no puede resolver.
La dictadura sigue siendo el rival político perfecto, con una inigualable capacidad de sumar adversarios desde la sociedad civil hasta la comunidad internacional. Los aliados de la dictadura, el gran capital y su brazo político (Alianza Ciudadana), no ocultan una creciente preocupación y temor, proponiendo un nuevo enfoque para la sustentación del poder: la cohabitación.
La Alianza Ciudadana (representante de la derecha política) piensa que le conviene que el régimen mantenga la represión y crezca el descontento para que Ortega se vea forzado a ceder más espacios políticos. Especulan que cuanto peor vayan las cosas, mejor irá para ellos, piensan que ellos son el mejor dique para evitar un nuevo tsunami social que trastoque todo el escenario político nacional.
En su visión estratégica contempla que, en la fase actual, no se podrá salir de la dictadura, sino que sería desde 2022 en adelante. Miembros del sector privado sospechan que en un escenario post dictadura no es beneficioso para ellos. Ya que habrá mayor fiscalización de las políticas públicas desde la calle y desde las instituciones. Por lo tanto, no quieren arriesgarse a que haya contrapesos a la caída del régimen, son favorables a la cohabitación con la dictadura.
El Estado nicaragüense sigue sustentado en los mismos políticos tradicionales y en estamentos judiciales, policiales, militares, políticos y empresariales desde hace 14 años. Los ciudadanos “de a pie” reclaman una democratización real y, por lo tanto, exigen la ruptura con el régimen Ortega-Murillo.
El movimiento social es como un surfista en su tabla de surf, a veces está arriba, luego abajo, desaparece bajo el agua y luego sale a la superficie, siempre en movimiento y presente. Por el temor de los poderes fácticos (la mano invisible del poder) que el movimiento social reaparezca, ellos impulsan la cohabitación con el régimen con un nuevo pacto secreto de combustión lenta para evitar una segunda ola de protesta. El tigre sociopolítico que despertó en abril 2018 está adormecido, pero suelto y puede dar zarpazos.
En abril 2018 los ciudadanos autoconvocados irrumpen en la escena política nacional cambiando todo, poniendo en jaque a la dictadura y haciendo pedazos el pacto de Ortega con el Gran Capital. Crisis que la dictadura no ha podido superar y permitió transparentar la descomposición y el desgaste del modelo público-privado.
Las elecciones de noviembre 2021 se van a celebrar en un contexto excepcional, relacionado con las cinco crisis, el malestar ciudadano, el bloqueo político, desigualdades de todo tipo y ausencia de mejora en el corto plazo. Todo ello, además, en el escenario de una política de terror generalizada, lo anterior puede influir para que se produzca una alta abstención.
Si todas las cinco crisis perduran (económica, social, política, sanitaria e internacional), la fragilidad estratégica de la dictadura se mantendrá; en esas condiciones la hipótesis de la permanencia indefinida de Ortega-Murillo en el poder es falsa, es la utopía reaccionaria.
Necesitamos una estrategia de conjunto que nos permita ampliar el campo de la protesta, evitando el aislamiento de las luchas. La oposición real debiera mejorar la coordinación para movilizar el malestar y poder mover las fichas del actual tablero político. La gente “de a pie” está necesitando de certidumbre y esperanza de que la caída de la dictadura es posible.
En resumen, estamos ante una situación explosiva. El hartazgo social se acumula, la pandemia y la crisis económica añade más tirantez a una situación ya de por sí tensa. Somos conscientes de que la unidad de la oposición no llega, los desgarros internos y las desconfianzas mutuas son parte de la ecuación. Ninguna demanda debe ser abandonada: forman parte del mismo problema, la incapacidad del régimen para dar una respuesta democrática a la crisis actual. En ese sentido, creemos que hace falta una reflexión estratégica para construir la agenda social desde los problemas inmediatos de la población: trabajo, tierra y techo.
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