Oscar René Vargas: De la guerra paramilitar a la guerra biológica
Oscar René Vargas
La rebelión de abril 2018, nace al encenderse las chispas de los ambientalistas al protestar por el incendio de la reserva ambiental de Indio Maíz y por la protesta de los adultos mayores contra la reforma a las pensiones del Seguro Social, dando inicio a un proceso ascendente de movilizaciones, barricadas y tranque hasta culminar en la madre de todas marchas del 30 de mayo que se transformó, por la represión, en la marcha de los sueños robados y de las vidas arrasadas.
Ambas protestas, ambientalistas y adultos mayores, fueron el grano que derramó el vaso donde se habían acumulado múltiples agravios: la sórdida desigualdad, la violencia en el campo, el abandono de los “millennials” y sometimiento de la población por la represión gubernamental. En ese escenario emerge la protesta de los estudiantes de las principales universidades, segundada por el movimiento campesino y los ciudadanos autoconvocados. Dando origen a las marchas multitudinarias, a las barricadas y a los tranques en diferentes lugares del país; se llegaron a contabilizar 153 tranques. Es decir, la rebelión de abril 2018 fue un movimiento multisectorial.
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Estos movimientos sociales nacieron espontáneamente sin un liderazgo preestablecido, los liderazgos surgieron en cada tranque, en cada barricada, en cada marcha. Nunca se logró establecer un liderazgo nacional nacido de la propia base de lucha, lo que permitió que representantes del gran capital lograran obtener la hegemonía en la dirección política en la mesa de negociación con el régimen y la representación internacional de la protesta.
La estrategia del régimen, para controlar el movimiento social, fue utilizar la “guerra paramilitar” con el objetivo de recuperar las calles, demoler los tranques, desmantelar al movimiento de protesta y reestablecer su alianza con el gran capital. Sin embargo, el régimen, dos años después, no ha logrado desmantelar la efervescencia de la protesta. Aunque el movimiento social perdió la calle por la represión indiscriminada de los paramilitares, el régimen no ha podido resolver la crisis política.
Dos años después, junio 2020, el liderazgo estudiantil se encuentra fragmentado con múltiples líderes parciales. El movimiento campesino sin una dirección política que ofrezca una estrategia de cómo enfrentar a la dictadura. Y, los representantes políticos del gran capital embarcados en la estrategia de las elecciones en el 2021, como la única salida posible, han abandonado cualquiera otra opción de la salida de la dictadura apoyado por sectores conversos de estudiantes y campesinos.
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Dos años después, los diferentes sectores de la oposición se encuentran inmersos entre las cinco crisis (sanitaria, económica, internacional, social y política) que se encuentra inmerso el país y sin poder encontrar el camino unificado que le permita superar el tapón que tiene empantanado al Estado-Nación. Dos años después, en medio de la curva ascendente del coronavirus, surge el movimiento de las 35 Asociaciones Médicas que aglutinan aproximadamente unos 4 mil médicos y médicas en todo el país, desafiando la política de “inmunidad de rebaño” o la “guerra biológica” ejecutada por el régimen. Ojalá que la dignidad de los médicos se haga una conducta para todos los políticos.
Los protagonistas de la convocatoria a la cuarentena nacional no son los políticos ni tampoco los líderes sociales de abril 2018, sino una nueva generación de luchadores, los gremios médicos y de enfermeras que se proponen salvar vidas. Mientras el mensaje del régimen es contágiense, muéranse. La implementación de la “guerra biológica” de parte del régimen Ortega-Murillo persigue diferentes objetivos: terminar de desarticular al movimiento social surgido en abril 2018, doblarle el brazo al capital al profundizarse la crisis económica, y, buscar cómo mantenerse en el poder más allá del 2021.
En medio de la crisis sanitaria, surgió un estamento social, los médicos, que se enfrentan al régimen en el campo de la salud, proponiendo un protocolo diferente para mitigar la espiral de contagio que el régimen persigue con su “guerra biológica” o “inmunidad de rebaño”. El llamamiento de los médicos a favor de una cuarentena nacional que tiene el objetivo de salvar vidas ha recibido el apoyo de todos los sectores sociales, de la comunidad internacional y de los trabajadores de la salud.
Y, está funcionando en cada comunidad, acelerando el proceso de la implosión del régimen con las declaraciones de la alcaldía de Muelle de los Bueyes, la asamblea del territorio de AMASAU-Awastingni en la Costa Caribe, etcétera. A principios de junio, nos encontramos en el inicio de la curva ascendente de contagio de la pandemia, en el rojo del semáforo epidemiológico, cuando los contagios y las muertes se contarán por decenas todos los días. Sin embargo, la política del régimen sigue siendo la “guerra biológica” poniendo en riesgo la salud y las vidas de miles de nicaragüenses, incluyendo sus propios partidarios.
Por otro lado, el régimen ha sido insensible a las necesidades y a las demandas de los que menos tienen, de quienes sobreviven el día a día y de aquellos que siempre, pero aún más en calamidades como ésta, tienen que salir a trabajar porque, de no hacerlo, dejarían de comer sus familias. Estamos frente a una catástrofe económica, con decenas de micro, pequeñas y medianas empresas quebradas, miles de personas en el desempleo y el irremediable decrecimiento de una economía mediocre que no ha logrado despegar desde la crisis de abril 2018.
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Las imágenes que circulan a través de los medios de información, muestran a personas en las calles de las principales ciudades y en los buses, sin respetar la sana distancia física ni hacer uso de los insumos sanitarios mínimos, como el cubrebocas, lo cual nos vaticinan malos augurios. El régimen Ortega-Murillo cree que la salud de la economía es más importante que la salud de la población; por lo tanto, sigue la receta que indica que el lucro y la riqueza son, a final de cuentas, más importantes que la vida humana.
El régimen quiere mantener abierta la economía con el pretexto de ayudar a los pobres, pero al mismo tiempo esas vidas son las que consideran desechables y sus trabajos, remplazables. En estas circunstancias es preciso y recomendable escuchar con atención a la ciencia, a los médicos y especialistas. Y el consejo inequívoco de éstos, que es indispensable la cuarentena nacional para evitar más muertes. La salud de la población debe ser la prioridad. Decenas de médicos y médicas de los centros de salud y hospitales han adquirido el virus por las pésimas condiciones que ofrece el sistema de salud. Y, además, porque las autoridades del Ministerio de Salud les prohíben ingresar con mascarillas o tomar otras medidas de protección. Muchos trabajadores sanitarios, por la falta de protección adecuada, se ven obligados a usar bolsas de basura para protegerse o máscaras reutilizables.
La política sanitaria del régimen, la “guerra biológica”, es tan peligrosa como la pandemia misma. Desde el punto de vista de la salud, es una tragedia lo que vivimos. Además, ocultar información significa que el Estado se transforma en algo más nocivo que el virus porque evita que la población tome plena conciencia de lo peligroso de la pandemia. Así como en abril 2018 surgió un liderazgo estudiantil y campesino quienes fueron posteriormente cooptados por los sectores del capital desviando la reivindicación más sentida por la población: “que se vayan”. Ahora, junio 2020, ante el peligro que la pandemia se vuelva incontrolable, surge el liderazgo médico; el cual le ha inyectado una nueva esperanza a la lucha por la democracia.
Dos años después, ha surgido una propuesta de lucha que propone “salvar vidas” lo que implica rechazar la “guerra biológica” del régimen. “Salvar vidas” a través de la cuarenta nacional es la consigna. Salvando vidas, también, estamos haciendo el cambio. De cara al llamado a la cuarentena nacional, el régimen ha iniciado una campaña de desprestigio contra las 35 Asociaciones Médicas porque no puede justificar su política de “guerra biológica”. Prácticamente no hay día que la vocería oficial del gobierno no insulte y descalifique a quienes cuestionan su dislocada visión de la pandemia, en especial a quienes desaprueban su total desprecio a la vida de los nicaragüenses por su estrategia de la “guerra biológica”.
El llamado a la cuarentena nacional nos indica que estamos en presencia del nacimiento de un nuevo liderazgo sociopolítico que se enfrenta a la estrategia de la “guerra biológica”, en unas condiciones de mayor debilidad del régimen en comparación a la coyuntura de abril 2018. Liderazgo que goza de mayor nivel científico y con un programa profético de amplio consenso al decir la verdad para “salvar vidas”.
Cuando impartía clases, durante muchos años, en la Escuela Superior del Estado Mayor del Ejército de Nicaragua, conocí por su propia voz que muchos oficiales se habían alistado a las fuerzas armadas con el fin de tener acceso a la educación universitaria y para hacer una carrera militar, no para secundar una “guerra biológica”. Al final de cuentas, sólo hay algo que importa cuando un gobierno, entra en la ruta de la “guerra biológica”: no lo que piensen sus coroneles o los generales, sino, ¿lo secundará la oficialidad media del ejército?
Ahora que el régimen Ortega-Murillo ha adentrado de lleno en los dominios de la irracionalidad, nos preguntamos: ¿El ejército descubrirá que la política de Ortega-Murillo es una amenaza para la sociedad y para su institución? ¿Los oficiales medios tomarán conciencia que la “guerra biológica” erosiona fuertemente el fundamento entre los soldados y su sociedad?
Conclusión: en los últimos días, el régimen Ortega-Murillo ha sufrido dos fracturas importantes, en un país de por si fracturado por las cinco crisis, con la sanción al jefe del Ejército de parte de los Estados Unidos y por el desmarque de las Asociaciones Médicas de la “guerra biológica”, fractura que acelera el proceso de implosión al surgir una contrahegemonía. Ya nada será como ayer y todo lo que vendrá depende de nosotros. A eso le tiene horror el régimen.
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